de Luis Llosa
Con Isabella Rossellini, Tomas Millian
Tan impresentable como el poster que la promociona, y hablada en inglés, esta película sobre la cruenta dictadura de Rafael Truhío tiene en “ineptitud” a la palabra que mejor la describe: casi todas las escenas están filmadas con la misma entonación y las actores luchan con líneas de diálogo demasiado monses para tratarse de una adaptación del libro de Vargas Llosa. Cada vez que Isabella Rossellini recuerda algo la imagen se quema, y aparece un sonido específico sacado de algún cd de efectos... pero Parker Lewis convirtió este recurso en un cliché rotundo hace más de una década. Aunque la estructura en flashbacks impide alcanzar una fluidez emocional, la mayor patinada de este filme se encuentra en la dirección: Llosa desconoce el poder de no mostrar y nos regala escenas como aquella en la que el dictador, pegada su oreja indiscreta a un teléfono y sacando el culo, luce francamente ridículo. La decisión de mantener al buen Tomas Millian en movimiento y seguirlo mediante travelling en varias escenas es errada: le resta poder (véase "El padrino", "El silencio de los inocentes", etcétera: la inmovilidad es siempre intimidante) y a fin de cuentas el guion hace difícil entender la relación entre este dictador y su pueblo. En medio de todo destaca una buena escena: la cruel violación de una adolescente Stephanie Leonidas, que merecería estar dentro de otra cinta. Poco más puede rescatarse de este telefilme travestido, donde cansan la reiteración de primeros planos, la iluminación funcional, la música invasiva y el poco sentido del ritmo. Las muertes, naturalmente, abundan en balas y están filmadas en cámara lenta. El mejor trabajo de Llosa sigue siendo “Anaconda” y eso es decir bastante.
1 comentario:
Esta crónica es pestilente, te recomiendo que te dediques a otra cosa, la pelicula es muy buena y los efectos tambien.
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