mayo 06, 2006

Misión imposible 3

Dirigida por J.J. Abrams
Con Tom Cruise, Philip Seymour Hoffman, Keri Russell
Calificación:



First things first: la intermitencia de mis entregas es embarazosa. Las reseñas cinematográficas publicadas en esta columna, que algún lector encontrará al menos entretenidas, espero, son publicadas de un tiempo a esta parte con extremo desorden —desorden que yo quisiera atribuir al trabajo o a algún otro factor externo, aunque en aras de la honestidad deberé decir simplemente: es que tenía f.— y ello ha ocasionado, entre varias cosas, que omitiera por completo una película de la cual me hubiera gustado muchísimo escribir: “Match point” de Woody Allen, que es una obra maestra. Sigue estando en cartelera: por favor vayan a verla. En mi opinión esta cinta es lo mejor que ha asomado a nuestras pantallas en los últimos dos años (un amigo me reprochó esta sentencia: “ni siquiera estabas en Perú hace un año” me dijo, pero mantengo en pie esta afirmación solo para dejar constancia de mi entusiasmo) y para quienes andábamos contrariados con el bajón cualitativo en las últimas películas de Allen resulta un hallazgo maravilloso: “Match point” está filmada con un nervio que yo no veía en este gran director desde “Septiembre”, su entrega de 1987. Curiosamente, ambos filmes carecen de humor y tienen como centro la misma idea: el universo es moralmente neutro. A sus setenta años Woody Allen sigue siendo un pesimista, y su terquedad en filmar una película cada año insinúa, me parece, la búsqueda obstinada por construir un sentido a través del arte... Y he aquí una bella razón para mantenerse vivo en este planeta: saber cuáles serán las últimas palabras de Woody Allen antes de que se apaguen las luces.

Estoy seguro de que serán palabras graciosísimas.

“Disculpen un momento, pero es que debo comprobar la hora. Aquí son muy puntillosos respecto a la hora, y, por lo que oigo ahí detrás, parece que la banda ya ha comenzado a preparar sus instrumentos.” (Woody contempla el reloj y lo levanta en alto, como para que lo vean los 1200 espectadores: esta es una de sus primeras presentaciones como comediante.) “No sé si ustedes lo vean, pero es un reloj muy elegante.” (Se lo acerca a la cara y lo examina con atención.) “Tiene incrustaciones de mármol. Creo que me da un aire italiano.” (Una pausa.) “Me lo dio mi abuelo en su lecho de muerte. Y a muy buen precio.”

En todo caso, pido disculpas a los eventuales lectores de esta columna por el desorden en mis entregas, y les pido que acepten ese desorden como una cualidad intrínseca a ellas. Ahora sí, lo que todo el mundo estaba esperando: “Misión imposible 3”.



Espero que se haya notado la ironía. Con seguridad buena parte de los cinéfilos —buena parte de los seres humanos— andan un tanto hartos de Tom Cruise, y no podría culparlos. Yo fui a ver esta película incluso con prejuicio: la franquicia “Misión imposible” no me entusiasma, a pesar de haber estado en manos de directores como Brain De Palma o John Woo (nota al margen: De Palma estrenaría este año una precuela de “Los Intocables” y Woo una nueva versión de “He-Man y los amos del universo”) pero además, como recordaba yo al comprar mi ticket, existe una regla del cine prácticamente inamovible: las terceras partes no son buenas.

Dicho esto, lanzo el siguiente comentario: “Misión imposible 3” es buena. Es, de lejos, la mejor entrega de la serie.

Y esta vez el director es un debutante. J.J. Abrams, quien viene de la televisión —es el creador de “Alias” y “Felicity”— fue a tomar la posta de este proyecto de $150 millones luego de que David Fincher y Joe Carnahan renunciaran por tener diferencias creativas con Tom Cruise... ($150 millones, compatriotas, es lo que el Perú exporta anualmente en madera, o el total facturado por el Mega Plaza de Lima norte durante el año pasado.) Entonces, como tercer director involucrado en esta película Abrams decide empezar de cero y se da el lujo de chotear un guion que ya había escrito el muy respetado Frank Darabont... Y las elecciones estéticas de Abrams son claras: en primer lugar, hacer que todo transcurra velozmente. En segundo lugar, hacer que todo aquello que no transcurre velozmente, sea interrumpido por algo que sí transcurre velozmente.

En serio. Hay una distinción interesante que hacer, sin embargo: en anteriores oportunidades me he quejado del gusto por la aceleración innecesaria, distrayente, en las películas de acción que se estrenan de un tiempo a esta parte. El ejemplo que yo recuerdo mejor es “Batman inicia” de Christopher Nolan, cuya edición estroboscópica encontré desesperante y finalmente aburridísima. Lo que aquella película exhibía como un ataque frontal a los sentidos, o algún otro término acuñado seguramente por un ejecutivo de la Warner Bros., era en mi opinión, simplemente, caos. Y es que existe, con respecto a las escenas de acción, un precepto básico: el espectador necesita saber qué está sucediendo... de otro modo el involucramiento será mínimo. Poder seguir con la mirada los movimientos de un personaje, sin que en el camino se interponga un plano de 1/4 de segundo con el detalle de una mano, por ejemplo, invita a la participación emocional. Y supongo que eso es deseable. En “Misión imposible 3” J.J. Abrams exhibe un extraordinario sentido del raccord y, aunque muchas de sus tomas duran menos de un segundo, existe orden. No hay arbitrariedad visual. Esa es la distinción que yo quería hacer: “Misión imposible 3”, a diferencia de la mayoría de filmes en su género, no ha sido acelerada en la sala de edición. Es una película acelerada. Angustiante, inclusive.

Suficiente con eso. Veamos. Jonathan Rhys Meyers (protagonista de “Match point”, en un papel terciario aquí) espera angustiosamente dentro de un auto junto con Maggie Q., su compañera de acción. Tom Cruise acaba de ingresar a un edificio vigiladísimo de Shangai para robar la codiciada Pata de conejo —en verdad se llama así: hablaré más sobre eso después— y necesita desesperadamente tener éxito. Porque si fracasa van a asesinar a su prometida. Nuestros dos actores aguardan instrucciones, están preocupados. Maggie Q., que por cierto tiene unas piernas sumamente apetecibles, empieza a decir algo para sí misma. No quiere llorar. “¿Qué pasa?” le pregunta Rhys Meyers. Entonces la actriz comparte un recuerdo de su infancia: ella tenía un gato. Cuando este gato se escapaba ella solía decir una oración, para encontrarlo. La oración que está repitiendo ahora mismo. “Enséñamela” susurra de inmediato el actor y entonces uno piensa “uno de esos momentos obligatorios” pero antes de que la actriz pueda responder nada suena eeeeeeeeek la radio del auto y Tom Cruise está gritando “ya tengo la Pata de conejo” y habrá una ventana rota y una caída suicida en paracaídas desde lo alto de un edificio...



Hay tres o cuatro secuencias en este filme que recurren a la misma estrategia: se establece un momento de calma solo para hacerlo trizas con un evento inesperado. Todo transcurre velozmente. Hay algo muy lúdico en este acercamiento al material, y eso es bueno: de hecho, todo el asunto de la Pata de conejo —aquel artefacto por el cual los miembros de Fuerza Misión Imposible arriesgan su vida durante los 126 minutos de proyección— es el ejemplo más claro y conchudo que recuerde yo, en películas recientes, de eso que Hitchcock popularizó con el nombre de McGuffin. Es decir, aquel elemento arbitrario de la historia cuya única utilidad es hacer que esta avance (“en las películas de ladrones el McGuffin es el collar de diamantes, y en las de espías el McGuffin son los papeles” explica Hitchcock en este artículo) y es tan obvia la función que tiene aquí la graciosamente llamada Pata de conejo —su función, como es obvio, es ser hallada tras increíble esfuerzo por Tom Cruise y sus amigos en un país remoto; su función, en última instancia, es permitir que la película exista— que nosotros, los angustiados espectadores, nunca llegamos a saber qué remichi es la graciosamente llamada Pata de conejo. Un frasquito de apariencia peligrosa, eso lo sabemos. Pero ¿qué hay adentro? No nos enteramos nunca. No importa. Eso es jugar. De hecho, “Misión imposible 3” arranca por el medio de la historia —un flashforward— y nos instala sin previo aviso en una de las secuencias más álgidas: a la cuenta de diez la prometida de Tom Cruise va a ser asesinada. Uno dos. Ante sus ojos. Tres cuatro. Y él no puede hacer nada para evitarlo. Y de pronto, en el punto más alto de la tensión, justamente allí, irrumpirán los créditos iniciales —la mecha que se enciende, como en la serie de televisión— junto con el archiconocido tema de Lalo Schiffrin. Uno no puede dejar de sonreír.


* * *


P: ¿Y quién desea la Pata de conejo?

R: El Villano, claro.

En este caso, un actor llamado Philip Seymour Hoffman. Su foto encabeza este artículo, y el siguiente es un pensamiento que apareció en mi cabeza mientras observaba su performance en “Misión imposible 3” —dado que el filme es promocionado de algún modo sinuoso como un duelo actoral: y el tipo que acuñó esta frase debió ser el mismo que escribió por primera vez dantesco incendio—: Tom Cruise y Philip Seymour Hoffman son excelentes actores, pero el primero es el chancón y el segundo es un actor nato. Se trata de una arbitrariedad mía, lo sé, pero hay un momento en este filme en el cual Seymour Hoffman, que ha sido apresado momentáneamente, mira a Tom Cruise mientras es escoltado hacia el carro celular... Es una mirada de reojo, que no se detiene demasiado, pero contiene todo aquello que un gran actor debe poseer en la mirada. Y aunque yo no podría explicar en qué consiste ese todo aquello, me alivia saber que muchos grandes cineastas tampoco han podido (podría decirse que esa es una de las razones por las cuales hacen películas: el cine de Bergman podría resumirse, tal vez, en un solo primer plano, una sola mirada interminable de Liv Ullmann.) Hay miradas, hay rostros, en los que la cámara parece sumergirse.

El rostro de Tom Cruise, por otro lado, es menos interesante desde un punto de vista cinematográfico: hay finalmente cierta cualidad angulosa en sus rasgos, una tensión en la mandíbula que yo me atrevería a llamar androide, y a mí me parece que es eso lo que vio Michael Mann en él cuando le propuso el rol de asesino imperturbable en “Colateral”... Manohla Dargis, la crítica del New York Times, escribió acerca de Tom Cruise en ese filme: “es un artista intensamente físico, en el cual sus músculos y cualidad atlética expresan usualmente los avatares internos de sus personajes más plausiblemente que cualquier línea de guion”. Yo quisiera destacar ahora esta definición: la encuentro certera, habla bien de lo que puede esperarse de “Misión imposible 3” y se relaciona con aquello de chancón: como es bien sabido, Cruise ejecutó sus propias escenas de acción, que son muchísimas, sin dobles. Además de eso, su compañía (Cruise/Wagner) es la productora del filme. Todos los actores han hablado en superlativo de la capacidad de trabajo de Cruise. Revisando mis notas de “Misión imposible 2”, estrenada en el año 2000, encuentro esto: “se ha hablado mucho del mérito de Tom Cruise por no haber recurrido a dobles en casi ninguna escena. Me pregunto yo: ¿y acaso le quedaba otra opción? Si las escenas físicas no hubieran sido hechas por él, probablemente ni siquiera hubiera necesitado aparecer en esta película.”

Lo mismo puede decirse de esta tercera parte. Es una película sumamente física, aunque no pretende convertir a Cruise en un superhéroe —aquel fue el resbalón de la segunda parte— ni cae en la auto parodia. El guion es mejor, además, y le devuelve a la franquicia aquello que era uno de sus atractivos mayores: se trataba de una película de equipo.



Bien. Algunas notas finales, antes de que este mensaje se autodestruya. Es una pena que Ving Rhames, en su tercera aparición en la franquicia, se encuentre en ella básicamente para pasmarse cada vez que Cruise intenta algo arriesgado. O sea, todas las veces. En ese sentido el cliché del agente negro como contraparte cómica del agente blanco —ejemplificado por los filmes de la serie “Arma mortal” u “Hombres de negro”— se encuentra presente, aunque bastante sublimado. Es decir: sin el humor. El score del filme es, me atrevería a decir, extraordinario, y al escuchar por primera vez los arreglos de cuerda para la secuencia de la fábrica uno no puede dejar de pensar en Bernard Herrmann (aunque mencionar a Herrmann sea ya un lugar común: sin embargo, es necesario anotar que el compositor para “Misión imposible 3” es nada menos que Michael Giacchino, a quien escucháramos hace poco en la soberbia “Los increíbles” de Pixar.) Finalmente, la película contiene escenas románticas que patinan por todo lo alto en su cursilería... Y es que en este filme Ethan Hunt, nuestro agente, está enamorado y va a casarse con Michelle Monaghan. El problema es que nuestro agente es interpretado por Tom Cruise, quien además produce el filme, y su necesidad de mantenerse como sex symbol lo conmina a incluir escenas que ensucian un poco, aunque no mucho, la pulcritud de este producto. En ese sentido una de las escenas finales —que no revelaré: digamos sencillamente que Russell deberá ayudar a Cruise— es hasta antipática, y la intromisión del piano con el tema romántico es precisamente eso, una intromisión.

Se trata de un reparo menor. La película está realmente bien, y a mí me parece que debería marcar el rumbo de las siguientes entregas. Es decir: coquetear con el estilo ‘James Bond’ (la diferencia sustancial es que el agente británico se solaza en la promiscuidad sexual, mientras que el norteamericano busca proteger a su chica: en esta película de men’s toys donde existe, por ejemplo, una máquina portátil capaz de crear una máscara con el rostro de alguien, lo más estimulante es lo primero) y además, mantener a un reparto sólido que apoye a Cruise mientras ejecuta sus cabriolas. Incluso sería apreciable mantener el ritmo que posee esta entrega: es cierto que la velocidad pasa su factura, y llega un punto en el cual la suerte de los personajes nos importa poco, pero eso no es tan grave. “Misión imposible 3” es entretenimiento superficial, e incluso olvidable, pero alcanza momentos verdaderamente asombrosos. En ese sentido se encuentra bastante cerca del “King Kong” de Peter Jackson, y es por ello una película recomendable. Ir a verla, una tarde en que no tenía otra cosa que hacer, me puso contento.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Concuerdo. Es eso, una película que vende entretenimiento y ofrece entretenimiento, hasta ahi bien, bien en la acción trepidante, pero pésimo en los diálogos.

Lo mejor del film creo que lo vimos en el trailer, en una mejor edición de esa escena donde se enfrentan Philip y Tom, Philip suelta su línea perfecta con esa mirada única, 'and then I'm gonna kill you right in front of her', y luego fade al rostro de mandibulas apretadas de Tom. El villano bacan contra el héroe monse.

Algunas acotaciones:
1. El director apellida Abrams, creador de ese vicio de la TV que es 'Lost'.
2. Keri Russel, la de Felicity, no es la novia, es la agente que Tom y su banda debe rescatar. Su novia es Michelle Monaghan (Julia), quien por cierto ayuda en la peor escena, aquella donde pasa de dulce enfermera a experta en armas de fuego.
3. El guiño final con eso de la 'pata de conejo' lo puso 'Morpheus' pidiéndole al respetable a través de Cruise, que si se quedan para la próxima entrega, nos revelará el secreto. Sí claro.

cesar dijo...

vaya, yo había visto "abrahams" por algún lado. en cuanto a la felicity, sucede que yo no veo tele. pero gracias por la corrección.

novivo dijo...

Misión imposible 3 , no me pareció muy buena, esta muy al estilo de james bond y originalmente en misión imposible (la serie) se valían más de la inteligencia y el engaño, no de andar metiendo bala a diestra y siniestra. Como producción es buena, pero como argumento deja mucho que desear, a mi gusto

saludos

Anónimo dijo...

Adrenalítica película de acción, que no deja respiro al espectador, tal es el maremoto de acontecimientos reflejados.
Con un ritmo agilísimo y una dirección explosiva, utilizándose estupendos efectos especiales, la historia se sigue sin problemas.
Resulta muy entretenida y merece la pena sin lugar a dudas...si se busca nada más (y nada menos) que el puro pasatiempo, el mejor espectáculo.
Porque de eso se trata, de un espectáculo donde la mínima credibilidad brilla por su ausencia. No la verosimilitud, que ella sí aparece, excepto en sus últimos diez minutos o así, que no hay quien se los crea, resultando una fantasmada de tomo y lomo.
Pero eso no lastra el resto del metraje, donde se unen acción espectacular, con intriga bien medida y tensión dramática.
Hay magníficos momentos, como los del lavabo del Vaticano, o el asalto en el puente, así como la gran carrera de Cruise por Shangai.
La banda sonora es magnífica, y lo mejor, sin duda alguna, es el excepcional sonido, posiblemente candidato a los próximos y todavía lejanos Óscars.
En resumidas cuentas, se trata de un buen pasatiempo, que desde la primera escena agarra de las partes nobles al espectador y ya no le suelta. ¿Que podría haber sido mejor? Sin duda, pero esa sería otra franquicia.

Unknown dijo...

la mejor de la saga mision imposible !