diciembre 26, 2005

King Kong

Dirigida por Peter Jackson
Con: Andy Serkis (expresiones faciales y voz de Kong), Naomi Watts, Jack Black, Adrien Brody
Calificación: tres estrellitas



uno

“Es un chiste que puede hacerte llorar”. Con estas palabras Pauline Kael, la famosa crítica de cine estadounidense, habló del “King Kong” de 1976 producido por Dino de Laurentis. Se trataba, evidentemente, de un elogio. Aunque la película fue recibida con tibieza por casi todo el resto de críticos —y probablemente ustedes la recuerden: entre otras cosas, Jessica Lange hacía su debut cinematográfico— a mí me pareció una obra maestra. Claro, yo la vi cuando la pasaron en televisión. A los diez años. Y a esa edad cualquier filme con un gorila del tamaño de un edificio y una chica semidesnuda es una obra maestra. En todo caso, así lo era en la década del ochenta para un pre-adolescente como yo... Y menciono esta película filmada hace casi treinta años, porque es el referente inmediato con el que cuento para hablar del “King Kong” que tenemos hoy en cartelera, dirigido por Peter Jackson.

Pero vamos despacio: el filme que acaba de estrenarse dura tres horas. Hay su tiempo.

Podemos, incluso, ir un poco más atrás.

...“¡les he traído la prueba viviente de nuestra aventura!” anuncia el hombre de traje. Y el público en el teatro aguanta la respiración. Las cortinas se abren, allí está el gigantesco primate: Ann, la heroína interpretada por Fay Wray, se encuentra cerca del estrado. “He aquí a la Bella y a la Bestia”. Cegado por los flashes de las cámaras, furioso, Kong —que en realidad es un muñeco de 45 cms. cubierto con piel de conejo— rompe sus cadenas y el público en el teatro grita, aterrorizado.

Es 1933. La película es en blanco y negro. Pero seguramente la audiencia que está viendo este primer “King Kong” grita también... Y aunque es imposible meternos en la cabeza de una persona de 1933 —entre otras cosas, el umbral de asombro con respecto al cine ya fue alcanzado: sería muy difícil, en el año 2005, encontrar espectadores que se desmayen en la sala al ver una película de monstruos por ejemplo, cosa que sí sucedía hasta la década del setenta— y es imposible, por tanto, saber qué insólitos terrores zumbaban en las cabezas de los habitantes de aquella época, nosotros podemos imaginarnos la escena... Recordemos: el cine era un entretenimiento relativamente nuevo. “Blanca Nieves y los Siete Enanos” aparecería recién en 1937, “El Ciudadano Kane” no vería la luz sino hasta 1941. “King Kong”, de 1933, es un logro del arte cinematográfico. Según el estadounidense Roger Ebert, el filme es “el padre de Jurassic Park, de las películas de Alien y de todas aquellas historias en que los héroes son aterrados por efectos especiales”. Por primera vez se recurrió al stop-motion —hemos hablado de esta técnica al comentar “El cadáver de la novia” de Tim Burton— en gran escala. Y lo que se obsequió al público fue una historia fascinante.

Tanto así que setenta años después, un neozelandés llamado Peter Jackson, aún fresca la impresión que produjo su trilogía de “El señor de los anillos”, empieza a filmar un remake. Ya vamos a llegar allí.

...pero fue la película de 1976 la que más me impresionó a mí. Cuando la veo en retrospectiva encuentro en ella no solamente humor involuntario, sino también una ingenuidad que deslumbra. Es cierto que se trata de frutos de la época pero no por ello resultan despreciables...

Dino de Laurentis, por ejemplo. Este mítico productor de cine anunció la construcción de un robot de quince metros de altura que encarnaría al primate de su película: empresa descabellada por donde uno la mire, empresa que obviamente fracasó. (Un robot. De quince metros de altura. Que además actuaría. Ya...) El robot terminó construyéndose pero casi no pudo utilizarse durante la filmación, y aunque la película recibió mucha publicidad por sus efectos especiales básicamente lo que se veía era a un actor dentro de un traje de gorila... Mas no era a eso a lo que yo quería referirme. Quería referirme a la sexualidad. Porque “King Kong” es una historia abiertamente sexual —y alguien podría argüir que todas las grandes historias son sexuales...

Fay Wray, Jessica Lange. Se sabe que la primera fue olisqueada por Kong: con su oscuro dedo el simio recorrió el cuerpo diminuto, luego acercó ese dedo a su nariz... Dicha escena fue censurada en la versión de 1933. Y Jessica Lange fue desvestida por Kong en 1976. No completamente, desde luego. Solo lo suficiente.

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La pulsión sexual que hay en esta relación simio – humana (si se prefiere: amo - esclava) resulta tan evidente que en el “King Kong” de 1976 termina siendo trágica: hay una escena imborrable en la cual Jessica Lange, sobre la negra palma de Kong, se baña bajo el chorro de agua de una catarata, y pocas escenas como esa en el cine de los setenta. Otra cosa. Hay quienes, como Bosley Crowther, ven en “King Kong” desde una alegoría del hombre negro “que es sacado de la jungla y llevado encadenado a los Estados Unidos, donde sirve a un amo blanco que lo explota” hasta una historia de sexo frustrado. Y podríamos añadir, solo por el placer de provocar, que “King Kong” puede leerse también como una parábola sobre el miedo del hombre blanco a la raza negra, y a su comúnmente atribuida potencia sexual. Kong se roba a la mujer blanca. El Empire State es un símbolo fálico. Kong trepa hasta lo alto. Unos avioncitos le disparan.

Dato antojadizo: dicen que esta era la película favorita de Adolph Hitler.

...como sea, hay algo en “King Kong” eminentemente triste, y eso lo recogen las tres versiones que se han hecho hasta ahora. Esta es la historia del niño que quiso casarse con una muñeca. Vino un adulto y le pegó. Es, efectivamente, un chiste que puede hacerte llorar.

Pero hay algo más, y esta es la razón por la cual me remito tercamente a la versión de 1976: existe algo excesivo en esa película, un espíritu que la versión de Peter Jackson no posee por más poblada de dinosaurios que se encuentre. Y es que películas como aquella son impensables hoy en día. Hace treinta años, si alguien quería filmar a un gorila gigante el construirlo estaba dentro de la lógica. Esa manera de pensar ya no existe en el cine. No en Hollywood, al menos. Comparemos la fotografía anterior de Jessica Lange, sobre una mano mecánica, con esta de Naomi Watts durante el rodaje de una escena parecida. Desde luego, lo que hay es un enorme espacio verde para rellenar digitalmente. Ni siquiera existe una mano. Quizás ahora todo luzca mejor en pantalla, pero a mí sigue fastidiándome vivir en una época en la cual hasta los efectos especiales empiezan y terminan frente a un ordenador. Y es que la digitalización del cine ha eliminado el riesgo: si los productores quisieran hoy en día hacer algo diferente solo tendrían que invertir más dinero, comprar más computadoras y contratar a más artistas para que trabajen. Con un mouse. Bajo esta óptica un filme como “Fitzcarraldo”, de Herzog, es una reliquia de la época pre-informática.

El cine ha cambiado, y eso es irreversible.

(continuará)
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1 comentario:

mamani pascual dijo...

ola a todos mi nombre es mamani pascual tengo 18 años deseo dejar este mi pequeño comentario como un recuerdo de la pelicula de kin kon. la verdad la pelicula de kin kon es buena buenisima es como para llorar la primera vez k vi no me kedava otra cosa k soportar las lagrimas de mis ojos a que no caigan al suelo, la verdad la pelicula es sorprendente, y es buena y espero a k continue la pelicula. saludos para la señorita yessica lange. byee cuidense las quieroo muxooo