enero 01, 2007

“¡Consíguete una steadycam, idiota!” (II)

Ideas en torno a Lars von Trier y sus filmes Dancer in the dark, Idioterne y Breaking the waves.

Image hosted by Photobucket.com

cuatro
Todo lo que decía la primera parte de este artículo está equivocado, pero ya no importa. Dos años antes que Dancer in the dark apareció Idioterne. Se sabe que Godard le envió una carta a von Trier felicitándolo porque, al fin, estaba haciendo algo interesante... una vez Mafalda le dijo a Susanita “la derrotista sos vos: yo no creo que las cosas estén tan mal como para tener que tomarlas en broma” y en ese sentido Idioterne es una película derrotista... un grupo de personas que conviven y burlonean, vale decir se hacen los idiotas: de qué sirve una sociedad que nos hace ricos y más ricos si no somos felices pregunta el líder del grupo... el idiota es el ser humano del futuro etc: mientras la Bess de Breaking the waves conversa con Dios, que vive dentro de su cabeza, en la iglesia silenciosa por la mañana, uno de los muchachos de Idioterne rígido en su silla de ruedas, con la boca abierta observa maravillado su propia idiotez.

Y Selma se imagina dentro de un número musical. Está bailando. Los felices obreros de la hermosa fábrica la acompañan.

Breaking the waves, Idioterne y Dancer in the dark (la denominada “trilogía del corazón de oro”) tienen en común el ser filmes sobre personas viviendo entre la Tierra y otro planeta: el que existe dentro de sus cabezas. De los tres, el que establece esta característica como su centro es Idioterne y el conflicto consiste en la imposibilidad de habitar ambos lugares a la vez. Pero ¿es en verdad Idioterne un filme tan oscuro que sólo le queda tomarse las cosas en broma: un filme derrotista?

cinco
El deseo de borrar toda intelectualidad, de anular el yo. La enfermedad y por tanto la muerte (y por tanto la transformación anota Cronenberg, acomodándose los anteojos) adornan Idioterne. Lo que vemos es una película muerta, pero en la sala de edición von Trier está cortando y pegando, dándole patadas para que se levante y empiece a correr y esa es una de las contradicciones que hacen interesante el filme. Y a pesar de que busca hacer reir, a pesar de que muestra caras y bocas sonrientes, Idioterne no contiene mayor alegría.[1]

“La risa amarga ríe de lo que no es bueno, es la risa ética. La risa de dientes afuera ríe de lo que no es verdadero, es la risa judicial. ¡Lo que no es bueno! ¡Lo que no es verdadero! ¡En fin! ¡Pero la risa sin alegría es la risa no ética por este gruñido —¡ja!—, así, es la risa de las risas, la risa purus, la risa que se ríe de la risa, homenaje estupefacto a la broma suprema, en resumen, la risa que se ríe —silencio, por favor— de lo desdichado” (Beckett).

Idioterne posee el espíritu de la broma, que es el de la irresponsabilidad: el sexto largometraje de Lars von Trier es tan incorrecto y desagradable como cualquier directora de colegio podría desear para sus alumnos de cuarto grado y la apología de la discapacidad mental, pues esa es una de las lecturas posibles del filme, así como la inclusión de ciertas escenas —una orgía, personas con síndrome de Down de visita— indicarían que von Trier está buscando la simple provocación... la película apunta simultáneamente en varias direcciones. Idioterne exhibe su incapacidad de pensar en sí misma como si esto fuera una virtud. Quizás lo sea. Ni los protagonistas están de acuerdo sobre el propósito de la experiencia idiotizante... pero hay algo más y es que en este filme von Trier parece estar diciendo me llega al pincho lo que se entienda como artesanía del proceso de filmación y graba con una cámara de vídeo sobre el hombro utilizando descaradamente el auto-focus sin preocuparse por los saltos de eje ni por la continuidad... varios de sus encuadres son malos ya ni siquiera desde una óptica ornamental sino práctica como aquellos que decapitan a los actores etc. Y quizás lo que hace del filme una experiencia deprimente sea su notorio espíritu lúdico.

—Es una desgracia que haya débiles mentales, no sanos como nosotros. ¿Cómo entonces puede uno jugar a hacerse el idiota?

—No se puede.

...todo Idioterne huele a chanza, pero es difícil asegurar que lo sea. Habría que preguntarse por qué, mientras aparecen los créditos en tiza blanca sobre parket, la sensación es la de haber visto una película con pretensiones mayores que las de asustar y divertirse. En mi opinión, el asunto tiene que ver con dos aspectos. El primero es la gramática del filme. Aunque grabar y editar tratando de aprehender los instantes (ese “accidentalismo-¡ups!” como lo definió Xan Brooks de Sight & Sound) le otorga a Idioterne una espontaneidad[2] inusual en el medio, también es cierto que ésta es una de las películas más concientes de su carácter —abre comillas— artístico —cierra comillas— que se hayan visto nunca en mi dormitorio un sábado por la noche. Quizás la etiqueta de arte era inevitable, tratándose de un filme construido en contra de,[3] pues en una sociedad como la nuestra suele etiquetarse de artística a la confrontación, probablemente para volverla inofensiva. Y si Idioterne es artística entonces es seria. Si es seria, no puede ser una broma.

Podría decirse que este último argumento es tan superficial que.

En algunos años la gramática de Idioterne ya no lucirá novedosa, y probablemente Dogma sea un cliché más. No es descabellado, teniendo en cuenta que se trata de una metodología ligada a la cada vez más accesible tecnología del vídeo de alta resolución. En algunos años, entonces, sería más fácil ver en Idioterne al equivalente cinematográfico de una araña de goma.

seis
También cabe la posibilidad de que ésta sea, sencillamente, la broma de un tipo incapaz de tomarse las cosas en broma.

Lo cierto es que el hasta entonces fláccido humor de von Trier se irguió en Idioterne, su película más fea hasta la fecha. Aunque esta fealdad es explicable en buena medida por la estética desprolija del filme, en mi opinión reside fundamentalmente en el tema. Idioterne es el planteamiento de una utopía, por tanto es una película romántica. Pero se trata de una utopía repulsiva: el ser humano debe volverse idiota, plantea el director. Podría afirmarse que un filme como éste, que señala la involución intelectual como camino para alcanzar la felicidad, sólo es explicable en un país como Dinamarca, cuyo modelo socioeconómico es tan exitoso que ha llegado a un punto muerto (y por tanto, pasarán muchas décadas en el Perú antes de que nos encontremos tan adelantados como para aspirar a volvernos retardados). Podría afirmarse, también, que esta apología de la discapacidad mental es hasta cierto punto lógica viniendo de von Trier, cuya dramaturgia posee un evidente componente neurótico: como plantea Karen Horney, son pocas las neurosis en las que no se exprese la tendencia a desembarazarse de uno mismo.[4] Esa anulación del yo para alcanzar la realización personal es la que emparenta a Idioterne con un filme como Fight club, de David Fincher. Curiosamente, en esa película Brad Pitt tiene una escena discursiva bastante similar a aquella en la que el líder de la comunidad idiota, Jens Albinus (Stoffer), le explica a Bodil Jorgensen (Karen) su ideología.

...se me ocurre que Lars von Trier ha visto aquellas fotografías de discapacitados mentales tomadas por Diane Arbus en las que los sujetos, en el centro del encuadre, en medio del bosque, adquieren un aire de superioridad espiritual. ¿Por qué resulta tan poderoso verlos jugando entre los árboles, bajo el sol? No sé. Puede revisarse también un filme como Freaks, de Todd Browning, que contiene escenas de la misma naturaleza y además plantea un concepto que Idioterne recoge: el freak, el outsider, el monstruo, es un aristócrata...

Y podría afirmarse que von Trier filma su película, en palabras de Sabato, como “un chico de novela, uno de esos que buscan el absoluto y sólo encuentran basura”. Entonces alguien replicará que la utopía planteada por el danés —impregnada con el aliento de la enfermedad— se encuentra viciada desde el inicio, y en ese caso von Trier estaría más bien buscando en la basura. Para el caso no importa. Idioterne es una película lo suficientemente ingenua, derrotista, confusa (¿confundida?) como para ser considerada adolescente, lo cual me parece una virtud.

Como todo adolescente el von Trier de Idioterne está deslumbrado con la pornografía. Su filme sobre la búsqueda de un absoluto adopta el espíritu del cine porno: no me estoy refiriendo a la estética pues en aquel caso Idioterne, que muestra furtivamente una erección y alguna penetración sería un filme muy pobre.

siete
“La pornografía hardcore quiere hacernos vivir la fantasía de la animalidad. De allí, quizás, su enorme atractivo: alimenta en el hombre la ilusión de capturar y domesticar el instinto, poniéndolo al alcance de la mano. No sería solamente la satisfacción de una innegable pulsión voyeurista la que le brindaría tanto éxito a esa suerte de masscultura que es la pornografía. Más que eso, nos ofrece a bajo costo el mito del retorno al agua lustral de un mundo sin logos” (Juan Carlos Tafur, en “El erotismo chilla contra la naturaleza”, diario El Mundo, 1-2 de abril de 1995).

Idioterne, segundo opus del movimiento Dogma, está emparentado con Festen —debut del movimiento y, además, debut en la dirección de Thomas Vinterberg— sólo en puntos superficiales. Es cierto que ambas películas tratan de ceñirse a determinadas reglas. Las dos están filmadas en vídeo, con una cámara al hombro (en realidad, la cámara usada en Festen era tan ligera que no había necesidad de llevarla sobre el hombro: Vinterberg afirma quizás exageradamente que podía guardarla en el bolsillo) y preocupándose por lograr cierta sensación de urgencia. Pero es Idioterne la que más cerca está de considerar “el instante más importante que el todo”, como reza el manifiesto. Festen —al igual que Mifune, tercera película hecha según los planteamientos Dogma— busca un arco dramático pero Idioterne no, al menos en principio.[5] De hecho, la primera página de su guión dictaba un imposible: “evitar la dramaturgia”. Existen, además, diferencias en las concepciones estéticas. Vinterberg, por ejemplo, recurre al zoom violento para obtener así un primer plano de sus actores pero en Idioterne von Trier no lo hace: evita el zoom, probablemente porque su idea de realismo se contradice con el uso de los artificios de la cámara. Inclusive se vuelve parco en primeros planos, algo impensable en el mismo director que enmarcó temblorosamente el rostro de Emily Watson, tocado por el viento, mirando sonriente hacia la cámara en Breaking the waves. Los movimientos en Idioterne son inusuales, intencionada —y a veces artificiosamente— torpes. La búsqueda de un estilo idiota se hace evidente en las ocasionales intromisiones de booms y camarógrafos en la película y he aquí otra contradicción: estas intromisiones gritan que lo mostrado es ficción pero von Trier emplea a lo largo de todo el filme segmentos de entrevista que buscan acercarse al registro documental. Quizás sean estos segmentos un error. La calidad de información que aportan es escasa, y sirven a dos propósitos poco interesantes: el primero es establecer pausas que permitan la asimilación del material (quizás del mismo modo que los paisajes imposibles de Breaking the waves lo hacían) pero resulta inútil dentro de un filme tan desorganizado: de hecho, Idioterne es completamente legible, y las relaciones entre los personajes y las acciones entendibles, recién en una segunda o tercera visión.

El segundo propósito es subrayar el ansiado “realismo” del filme. Pero el recurso es poco creativo y favorece más bien el distanciamiento.[6]

Esta es una palabra que aparece con frecuencia al pensar en Idioterne: distanciamiento. El casting está hecho como para una película de Kaurismaki y es difícil establecer un vínculo afectivo con los personajes. Son demasiados. Inclusive la música, que es triste y está ejecutada, según von Trier, en una armónica de juguete, es utilizada, las pocas veces que es utilizada, para hacer algún comentario (de manera ejemplar en la secuencia que muestra a Jeppe sobre los hombros de sus compañeros luego de haber descendido malamente la rampa con los skies: hay manejo de los planos sonoros y la música predomina para revelar a los idiotas como sujetos dignos de lástima).

Nada es verdad, todo está permitido.

_______________________________________________________
[1]Aunque Idioterne es un filme desordenado y anecdótico, intenta una resolución dramática en sus últimos quince minutos. Karen regresará a su hogar para burlonear y para que así su familia “aprenda a amar a su idiota interior”. El resultado —previsible tratándose de von Trier— será la humillación. No trataré de averiguar en este artículo si ese replanteamiento de la estructura del filme es un acierto o un error, pues el punto que von Trier está tratando de establecer tan esforzadamente, debo confesar, escapa a mi entendimiento.

[2]Quizás a la cinta le hubiera convenido más tomar el camino contrario: resaltar su condición de ficción —pensemos en la reciente Gojitmal (Mentiras) de Jang Sun Woo, en la que los actores hablan hacia la cámara sobre cómo se sienten con los papeles que están interpretando— para ganar, paradójicamente, en realidad (o quizás no).

[3]Simplemente apuntemos que la fantasía del abandono es realizable a través de la religión. Tanto Idioterne como Dancer in the dark y Breaking the waves son, a su modo, películas con un componente religioso acentuado. Una de las preocupaciones específicas de von Trier es la santidad: en los tres filmes las protagonistas sufren —Karen, de Idioterne, acaba de perder a su hijo— para alcanzar cierto estado de pureza, que en el caso de Idioterne está representado por la minusvalía mental. Para mí las asociaciones religiosas, y específicamente cristianas, son palpables en varias secuencias de Idioterne. Quizás la más representativa sea aquella en la que Karen, hasta la mitad de la proyección una simple testigo del accionar de la comunidad de idiotas, burlonea por primera vez frente a la ventana. La expresión en su rostro es la del éxtasis místico, a diferencia de la expresión que puede encontrarse en otros participantes del experimento. Lo interesante, sin embargo, es que von Trier presenta inmediatamente después una secuencia que emula el rito del bautismo: en la piscina pública, Karen llora y flota bocarriba mientras dos de sus compañeros sostienen su cabeza.

[4]En escenas como aquella en la que Stoffer se niega a soltar la mano de la recién conocida Karen, para luego terminar llevándola en el taxi, la búsqueda de un efecto humorístico mediante el corte es evidente. Esa misma búsqueda puede verse en secuencias enteras, como la de los idiotas visitando la fábrica. A pesar de que es factible para el espectador reír durante buena parte de la película ésta risa es siempre desde el otro lado del cristal: el espectador ríe, los idiotas ríen, pero no hay comunicación entre ellos. Pareciera incluso que von Trier intenta establecer una distancia, lo cual en mi opinión es un error: regresaré a eso más adelante. Quisiera dejar establecido por el momento que la ausencia de alegría en Idioterne se da por la dificultad de establecer un vínculo afectivo con ella.

[5]“...a menos que Idioterne exude diversión o en última instancia lo divertido de hacer cine, el proyecto habrá fracasado por completo” - Lars von Trier, en entrevista con Peter Knudsen.

[6]Después de todo el manifiesto de Dogma 95 se articula en torno a la negación: nueve de sus diez artículos contienen prohibiciones. Por ello mismo pensar que von Trier y Vinterberg inventaron algo nuevo es un poco ingenuo. Lo que hicieron, sin embargo, fue novedoso: cuestionar los paradigmas existentes bajo la mirada complacida de los medios. Es éste cuestionamiento el que le otorga fuerza a un filme como Idioterne.

1 comentario:

Darrkehem dijo...

Hola,
Muy interesante el análisis que haces de la película "Idioterne" y muestras un vastísimo conocimiento del cine. Te felicito.
Gracias por colgar por aquí estas críticas. Justamente tenemos quehacer un trabajo sobre la película y Von Trier para la Universidad y tu punto de vista aporta mucho también.
Un saludo,

Nines