marzo 30, 2006

La era del hielo 2: el deshielo

Dirigida por Carlos Saldanha
Calificación:



He aquí algo para pensar: ¿por qué los avances de “La era del hielo” —tanto la parte dos, actualmente en cartelera, como la parte uno— nos muestran únicamente las peripecias del animalejo de la fotografía superior, indesmayable cazador de bellotas, siendo él apenas un personaje secundario? Respuesta: porque es el único personaje con alguna gracia. Fuera de él, no hay otros elementos dignos de recordación en esta franquicia de la Fox. Que levanten la mano quienes recuerdan que en la primera parte seguíamos los avatares de un mamut, un oso perezoso y un tigre dientes de sable en su búsqueda de la familia de un bebé extraviado. Que levanten la mano quienes sencillamente recuerdan la primera parte.

Scrat —pues ese es el nombre del bicho en cuestión, me informa Google— es un personaje sin líneas de diálogo. Al parecer, su sueño es que nadie le quite su bellota (probablemente la misma bellota que ansía comerse desde “La era del hielo parte uno”) aunque esto es algo imposible, e indeseable dentro de la lógica del filme. Y digo “indeseable” porque si nuestra ¿ratita? finalmente llegara a darle una mordida a la bellota se quedaría sin motivación. Ergo, dejaría de ser interesante. Yo estoy seguro de que el día que llegue a probar una bellota ni siquiera le gustará mucho... Es en la simpleza de su motivación, en lo concreto de su deseo, donde se encuentra su gracia. Es obvio que la inspiración directa para el personaje de Scrat es el Coyote, de Chuck Jones —aunque el Correcaminos sea una bellota que ofrece más posibilidades de situaciones graciosas— y que ambos personajes funcionan por razones idénticas: se trata de perdedores. Perdedores que no dejan de soñar. Obviamente, son entrañables. Una cosa más: la secuencia final de “La era del hielo 2”, que no revelaré, me parece elocuente en las posibilidades que ofrece este personaje (que incluso tiene una plasticidad ajena por entero al resto del elenco) y en la mejor suerte que podría correr en alguna otra película.



“La era del hielo 2” posee, a mi modo de ver, pobreza imaginativa y pobreza visual. Con respecto a la primera: yo sigo sin entender por qué deberíamos ir a ver un filme sobre animales para que luego estos se comporten como humanos... De un tiempo a esta parte el gancho de las películas infantiles es su manera de parodiar el “mundo real” —sería mejor usar un término como “mundo de los humanos” o incluso, más específicamente, “mundo de algunos humanos”— y esta práctica resulta generalmente lamentable. Ejemplos recientes: “Shrek 2” y “El espantatiburones”. El guion de “La era del hielo 2”, aunque no alcanza aquellos niveles, contiene igualmente pocas sorpresas, y de hecho su imaginación es tan limitada, tan pobre la empatía por sus personajes, que cuando la mamut le pregunta al mamut “¿por qué me encuentras atractiva?” él le responde “porque tienes el trasero grande”. Claro.



En cuanto a lo visual: además de trabajar con una paleta de colores muy limitada (no ayuda que el paisaje sea casi siempre glaciar) el lenguaje visual de esta película es cuando mucho funcional, y resulta bastante obvio que la riqueza en detalle está muy lejos de la que alcanzó, por ejemplo, “Shrek 2”: los fondos en 2d haciendo scroll, la falta de profundidad de los colores y lo robótico de algunos movimientos de los personajes... todo esto sería secundario si contáramos con una mejor historia. Pero no. Aunque debo hacer una salvedad. El filme parece estar dividido en dos partes: una primera, bastante plana, y una segunda en la que el ritmo se agiliza y hace su ingreso inesperado la divertida música de John Powell. Hay dos números musicales en “La era del hielo 2”, el segundo de ellos con varios ¡cóndores! cantando las delicias de la carroña (“gloriosa comida”) y a eso es a lo que me refería yo al exigir empatía e imaginación para con los personajes. Lamentablemente, es un caso aislado dentro del filme. A los niños probablemente les gustará sentarse en la oscuridad para comer canchita y ver la película pero, bajo mi punto de vista, sería mucho mejor educarlos en filmes que ofrezcan algún reto.

“La era del hielo 2” me hizo reír una vez (una sola carcajada, así: ja) y sonreír tres veces, lo cual no está mal para los noventa minutos de cualquier persona, pero por otro lado significó tener que viajar en combi hasta la sala de cine, pagar quince soles —que es lo que cuesta, por ejemplo, una edición popular de “El principito” en Crisol: en mi opinión, una inversión infinitamente superior— y aguantar el celular de no sé quién dos filas detrás de mí. El proyeccionista de la sala 10 del Jockey Plaza dejó fuera de cuadro los subtítulos hasta bien avanzado el filme. “La era del hielo 2” es un producto que tiene escrito por todos lados “Directo a video”.

marzo 24, 2006

Chicha tu madre

Dirigida por Gianfranco Quattrini
Con: Jesús Aranda, Tula Rodríguez, Pablo Brichta
Calificación:



Sí pues, el título es innecesariamente malsonante, y vende una idea equivocada de la película. “Chicha tu madre” no grita ni busca noquear a nadie: estamos ante un filme que —cosa rara en nuestra cinematografía— busca sencillamente acompañar a sus personajes durante algún tiempo. Conocerlos un poco mejor. Encuentro en verdad refrescante una película nacional como esta, que no resuelve sus líneas de intriga ni da explicaciones, y que cuando termina deja libres a sus personajes para que sigan viviendo.

He dicho “película nacional” y ya alguien ha fruncido el ceño. Pues bien, como lo veo yo para todo efecto práctico “Chicha tu madre” es un filme peruano. Es verdad que se trata de una producción básicamente argentina —lo cual descalificaría al filme para representar a nuestro país en algún festival, por ejemplo— pero es cierto también que la mayoría de actores son peruanos y que la historia transcurre en el Perú. En uno de los tantos Perús que existen, en todo caso: Lima... (Hace unos meses se discutió el mismo tema, cuando alguien quiso vendernos “La mujer de mi hermano” como una película nacional, cuando lo único peruano que había allí era Christian Meier diciéndole a Manolo Cardona algo tan telúrico como “pinche pintorcito”: en todo caso lo antipático no era el asunto de la nacionalidad del filme —cosa anecdótica cuando más— sino que se trataba de un producto mamarrachento.)

A mí “Chicha tu madre” me ha gustado. Hay algo en ella que la hace, a mi modo de ver, mucho más peruana que varias películas peruanas: su transparente, auténtica choledad. Me refiero a que el filme no da una sola nota en falso en su ambientación: esta película ha capturado, quizás por primera vez, el paisaje limeño-chicha-combi-carretilla sin caer en el disfuerzo; sus personajes son cholos pero no hay aquí postales pintorescas y eso es algo absolutamente novedoso en nuestro país.



Mira: Jesús Aranda ha dejado a Tula Rodríguez en la puerta de su casa, luego de una cita. Ella baja del auto, empieza a alejarse y entonces él le pasa la voz. Y cuando ella voltea a ver él está usando un conejito de peluche como títere, para hacerle adiós... Esta misma escena, en manos de otro director, podría haber buscado la risa de los espectadores. Pero Gianfranco Quatrinni cree tanto en sus personajes que los deja ser: permite que un gesto de afecto como éste —que no pocas personas calificarían de huachafo o cholo— aparezca naturalmente dentro de la historia. Eso es bello. Y en el filme hay varios ejemplos más de esta falta de impostación, de esta naturalidad. Es que la película ni siquiera hace una cuestión de su choledad: está inmersa en ella. Eso me parece motivo suficiente para recomendarla.

Hay algo cierto, sin embargo: el hecho de que una película sea más o menos chola no la hace mejor ni peor. Pero en un país disgregado, racista como el nuestro, ir al cine debería ser también una oportunidad de mirarnos a nosotros mismos y, con algo de suerte, aceptarnos. A pesar de que la televisión es desde hace mucho el medio que establece nuestros paradigmas, la facilidad con que una película nacional se transforma en un evento es lo que hace del cine un medio poderoso aún. A mi modo de ver, “Chicha tu madre” ha logrado aquello que tantas otras películas peruanas han buscado casi siempre con torpeza: generar identificación. Y aunque la película recurre a la fórmula más bien manoseada de calatear a personajes conocidos, no hay mayor facilismo allí. De hecho, como mencionaba al inicio de esta reseña, la dramaturgia de “Chicha tu madre” es más bien recatada —no hay escenas de clímax— y eso está más cerca del llamado nuevo cine argentino que de la tradición cinematográfica peruana. Falta saber si esta opción redituará en las taquillas o no.



Los lectores sabrán disculpar si me he referido poco a la historia: básicamente, a lo largo del filme seguimos el día a día de un taxista —Jesús Aranda, realmente notable— que es aficionado al tarot, al fútbol y a los burdeles. Su hija ha quedado embarazada. Su matrimonio no da para más. Este taxista empezará a relacionarse emocionalmente con una prostituta —Tula Rodríguez, quien dentro de las limitaciones propias del debut sabe otorgarle dignidad a su papel— y en el camino iremos conociendo a algunos otros personajes: un médico argentino que lleva enfermos peruanos a Buenos Aires para curarse a mitad de precio, el dirigente de un club de fútbol involucrado en un fraude. Como anotaba, el espíritu de la película es el de acompañar a los personajes en su día a día y, en el proceso, conocerlos un poco más. Hay algo especial en un filme donde el único momento en que alguien suelta una lágrima es al ver, por la televisión, un programa sobre cómo nacen los caballitos de mar.

Es inevitable referirse a las actuaciones: hay un nivel muy parejo, tanto por parte del elenco peruano como del argentino. Sucede con las coproducciones que muchas veces es necesario incluir una cuota de actores foráneos: varias de nuestras películas han tenido actores españoles (Lucía Jiménez, Fele Martínez, Pilar Bardem, Fernando Cayo) pero casi siempre estas incursiones se han sentido forzadas. En “Chicha tu madre” esto no sucede, lo cual se agradece. De entre los actores peruanos me gustaría destacar a Jorge Rodríguez Paz, en mi opinión la mejor actuación de este filme... Y para quienes están esperando que hable de las escenas de sexo: en verdad ocupan muy pocos minutos y, de hecho, están filmadas con cierta chapucería. Promocionar a Karen Dejo como uno de los personajes centrales, por otro lado, solo puede entenderse como estrategia de marketing. Hay carne, sí, pero por requerimiento de la historia, y mucho menos de lo que seguramente imagina el público.



“Chicha tu madre” es un buen filme, con traspiés ocasionales —una narración en off completamente prescindible, ciertas escenas que cambian caprichosamente de registro, ¡algunos jump cuts! producto seguro de las limitaciones del rodaje— pero con una cualidad que en mi opinión supera largamente a sus defectos: la honestidad. Mi escena favorita es aquella en que nuestro taxista ha invitado a comer a nuestra prostituta, y por primera vez ambos están juntos fuera del entorno en que se han relacionado hasta el momento. Hay un instante en que Tula Rodríguez le sonríe a Jesús Aranda, y su sonrisa es un tic nervioso: se trata, en mi opinión, de un instante con sabor a verdad. No todos los filmes logran eso.

Lo cual quiere decir que la labor de dirección detrás de esta película ha sido muy buena. “Chicha tu madre”, con sus magentas y sus verdes saturadísimos (que, paradójicamente, podrían remitir a un cineasta como Wong Kar-wai) es un filme recomendable, de placeres modestos, y una incursión promisoria de Gianfranco Quattrini en el largometraje. Esperamos más.


p.s.: Dos anotaciones que se me quedaron sueltas. Al parecer, el cruce subterráneo del óvalo Higuereta es una locación interesante para escenas en auto: ya la ha usado Josué Méndez en "Días de Santiago". Qué delicioso, por otro lado, comprobar cómo la fotografía de una película moldea la realidad. "Chicha tu madre" posee una luz de atardecer veraniego, pero por las noches la neblina es evidentemente invernal.

ya volví.