Calificación:


He aquí algo para pensar: ¿por qué los avances de “La era del hielo” —tanto la parte dos, actualmente en cartelera, como la parte uno— nos muestran únicamente las peripecias del animalejo de la fotografía superior, indesmayable cazador de bellotas, siendo él apenas un personaje secundario? Respuesta: porque es el único personaje con alguna gracia. Fuera de él, no hay otros elementos dignos de recordación en esta franquicia de la Fox. Que levanten la mano quienes recuerdan que en la primera parte seguíamos los avatares de un mamut, un oso perezoso y un tigre dientes de sable en su búsqueda de la familia de un bebé extraviado. Que levanten la mano quienes sencillamente recuerdan la primera parte.
Scrat —pues ese es el nombre del bicho en cuestión, me informa Google— es un personaje sin líneas de diálogo. Al parecer, su sueño es que nadie le quite su bellota (probablemente la misma bellota que ansía comerse desde “La era del hielo parte uno”) aunque esto es algo imposible, e indeseable dentro de la lógica del filme. Y digo “indeseable” porque si nuestra ¿ratita? finalmente llegara a darle una mordida a la bellota se quedaría sin motivación. Ergo, dejaría de ser interesante. Yo estoy seguro de que el día que llegue a probar una bellota ni siquiera le gustará mucho... Es en la simpleza de su motivación, en lo concreto de su deseo, donde se encuentra su gracia. Es obvio que la inspiración directa para el personaje de Scrat es el Coyote, de Chuck Jones —aunque el Correcaminos sea una bellota que ofrece más posibilidades de situaciones graciosas— y que ambos personajes funcionan por razones idénticas: se trata de perdedores. Perdedores que no dejan de soñar. Obviamente, son entrañables. Una cosa más: la secuencia final de “La era del hielo 2”, que no revelaré, me parece elocuente en las posibilidades que ofrece este personaje (que incluso tiene una plasticidad ajena por entero al resto del elenco) y en la mejor suerte que podría correr en alguna otra película.

“La era del hielo 2” posee, a mi modo de ver, pobreza imaginativa y pobreza visual. Con respecto a la primera: yo sigo sin entender por qué deberíamos ir a ver un filme sobre animales para que luego estos se comporten como humanos... De un tiempo a esta parte el gancho de las películas infantiles es su manera de parodiar el “mundo real” —sería mejor usar un término como “mundo de los humanos” o incluso, más específicamente, “mundo de algunos humanos”— y esta práctica resulta generalmente lamentable. Ejemplos recientes: “Shrek 2” y “El espantatiburones”. El guion de “La era del hielo 2”, aunque no alcanza aquellos niveles, contiene igualmente pocas sorpresas, y de hecho su imaginación es tan limitada, tan pobre la empatía por sus personajes, que cuando la mamut le pregunta al mamut “¿por qué me encuentras atractiva?” él le responde “porque tienes el trasero grande”. Claro.

En cuanto a lo visual: además de trabajar con una paleta de colores muy limitada (no ayuda que el paisaje sea casi siempre glaciar) el lenguaje visual de esta película es cuando mucho funcional, y resulta bastante obvio que la riqueza en detalle está muy lejos de la que alcanzó, por ejemplo, “Shrek 2”: los fondos en 2d haciendo scroll, la falta de profundidad de los colores y lo robótico de algunos movimientos de los personajes... todo esto sería secundario si contáramos con una mejor historia. Pero no. Aunque debo hacer una salvedad. El filme parece estar dividido en dos partes: una primera, bastante plana, y una segunda en la que el ritmo se agiliza y hace su ingreso inesperado la divertida música de John Powell. Hay dos números musicales en “La era del hielo 2”, el segundo de ellos con varios ¡cóndores! cantando las delicias de la carroña (“gloriosa comida”) y a eso es a lo que me refería yo al exigir empatía e imaginación para con los personajes. Lamentablemente, es un caso aislado dentro del filme. A los niños probablemente les gustará sentarse en la oscuridad para comer canchita y ver la película pero, bajo mi punto de vista, sería mucho mejor educarlos en filmes que ofrezcan algún reto.
“La era del hielo 2” me hizo reír una vez (una sola carcajada, así: ja) y sonreír tres veces, lo cual no está mal para los noventa minutos de cualquier persona, pero por otro lado significó tener que viajar en combi hasta la sala de cine, pagar quince soles —que es lo que cuesta, por ejemplo, una edición popular de “El principito” en Crisol: en mi opinión, una inversión infinitamente superior— y aguantar el celular de no sé quién dos filas detrás de mí. El proyeccionista de la sala 10 del Jockey Plaza dejó fuera de cuadro los subtítulos hasta bien avanzado el filme. “La era del hielo 2” es un producto que tiene escrito por todos lados “Directo a video”.
Scrat —pues ese es el nombre del bicho en cuestión, me informa Google— es un personaje sin líneas de diálogo. Al parecer, su sueño es que nadie le quite su bellota (probablemente la misma bellota que ansía comerse desde “La era del hielo parte uno”) aunque esto es algo imposible, e indeseable dentro de la lógica del filme. Y digo “indeseable” porque si nuestra ¿ratita? finalmente llegara a darle una mordida a la bellota se quedaría sin motivación. Ergo, dejaría de ser interesante. Yo estoy seguro de que el día que llegue a probar una bellota ni siquiera le gustará mucho... Es en la simpleza de su motivación, en lo concreto de su deseo, donde se encuentra su gracia. Es obvio que la inspiración directa para el personaje de Scrat es el Coyote, de Chuck Jones —aunque el Correcaminos sea una bellota que ofrece más posibilidades de situaciones graciosas— y que ambos personajes funcionan por razones idénticas: se trata de perdedores. Perdedores que no dejan de soñar. Obviamente, son entrañables. Una cosa más: la secuencia final de “La era del hielo 2”, que no revelaré, me parece elocuente en las posibilidades que ofrece este personaje (que incluso tiene una plasticidad ajena por entero al resto del elenco) y en la mejor suerte que podría correr en alguna otra película.

“La era del hielo 2” posee, a mi modo de ver, pobreza imaginativa y pobreza visual. Con respecto a la primera: yo sigo sin entender por qué deberíamos ir a ver un filme sobre animales para que luego estos se comporten como humanos... De un tiempo a esta parte el gancho de las películas infantiles es su manera de parodiar el “mundo real” —sería mejor usar un término como “mundo de los humanos” o incluso, más específicamente, “mundo de algunos humanos”— y esta práctica resulta generalmente lamentable. Ejemplos recientes: “Shrek 2” y “El espantatiburones”. El guion de “La era del hielo 2”, aunque no alcanza aquellos niveles, contiene igualmente pocas sorpresas, y de hecho su imaginación es tan limitada, tan pobre la empatía por sus personajes, que cuando la mamut le pregunta al mamut “¿por qué me encuentras atractiva?” él le responde “porque tienes el trasero grande”. Claro.

En cuanto a lo visual: además de trabajar con una paleta de colores muy limitada (no ayuda que el paisaje sea casi siempre glaciar) el lenguaje visual de esta película es cuando mucho funcional, y resulta bastante obvio que la riqueza en detalle está muy lejos de la que alcanzó, por ejemplo, “Shrek 2”: los fondos en 2d haciendo scroll, la falta de profundidad de los colores y lo robótico de algunos movimientos de los personajes... todo esto sería secundario si contáramos con una mejor historia. Pero no. Aunque debo hacer una salvedad. El filme parece estar dividido en dos partes: una primera, bastante plana, y una segunda en la que el ritmo se agiliza y hace su ingreso inesperado la divertida música de John Powell. Hay dos números musicales en “La era del hielo 2”, el segundo de ellos con varios ¡cóndores! cantando las delicias de la carroña (“gloriosa comida”) y a eso es a lo que me refería yo al exigir empatía e imaginación para con los personajes. Lamentablemente, es un caso aislado dentro del filme. A los niños probablemente les gustará sentarse en la oscuridad para comer canchita y ver la película pero, bajo mi punto de vista, sería mucho mejor educarlos en filmes que ofrezcan algún reto.
“La era del hielo 2” me hizo reír una vez (una sola carcajada, así: ja) y sonreír tres veces, lo cual no está mal para los noventa minutos de cualquier persona, pero por otro lado significó tener que viajar en combi hasta la sala de cine, pagar quince soles —que es lo que cuesta, por ejemplo, una edición popular de “El principito” en Crisol: en mi opinión, una inversión infinitamente superior— y aguantar el celular de no sé quién dos filas detrás de mí. El proyeccionista de la sala 10 del Jockey Plaza dejó fuera de cuadro los subtítulos hasta bien avanzado el filme. “La era del hielo 2” es un producto que tiene escrito por todos lados “Directo a video”.